martes, 28 de febrero de 2012





Capitulo 3

En mi mente resonaron sus palabras. “Tú eres la única, eres mi princesa ansiada”. “Ansiada”…; me ha deseado, me ha esperado, me ha elegido. Si yo soy su princesa ¿Quién es él? ¿Por qué no se da a conocer? Intente volver a dormirme, pero todas estas preguntas repitiéndose en mi cabeza no me lo permitieron.

Me levanté y decidí que tenía que comer algo, pero lo único que podía tragar eran frutas. Comí todas las que había en la casa. Un sonido extraño llamó mi atención venía de las ventanas ¿qué podía estar detrás de unas  ventanas en un décimo piso? Me acerque a la que tenía más cerca. Las gruesas cortinas no me dejaban ver hacia fuera las corrí de golpe. Millones de mariposas rojas y blancas se golpearon contra el vidrio moviendo sus alas. Era un espectáculo extraño pero hermosísimo, abrí la ventana para liberarlas del vidrio. En vez de irse hacia el exterior todas entraron de súbito cubriéndome por completo. Sus patitas me hacían cosquillas y era como si me llenaran de besos, después de unos minutos se fueron volando por la ventana.
Me vestí y salí a la calle tenía un deseo incontrolable de ver flores y árboles así que me fui al parque. Allí podía estar tranquila porque a esa hora de la mañana casi no hay personas. Estaba caminando por un sendero y en un momento miré hacia mis espaldas y me sorprendí. Una fila de muchos perros y gatos de varios tamaños me seguían a un paso pausado. Parecían ovejas siguiendo al pastor, no se miraban entre ellos. Llevaban una paz extraordinaria. Todos me miraban fijamente y sentía en sus ojos el amor incondicional que sienten las mascotas por sus amos.
Me senté bajo la sombra de un pino enorme y cerré los ojos dejando que se me llenaran los pulmones con el aire verde y fresco que reinaba en el lugar. Estaba sumergida en delirios sin poder concentrar mi mente en nada cuando alguien junto a mi tomó mi mano. Su olor me llegó de golpe, abrí los ojos. Era un joven tremendamente atractivo, rondaba los 20 años, estaba vestido de jeans y remera. Sus ojos verdes me veían con la misma expresión con la que hace unos minutos me miraban los animales; ese hombre quería ser mi mascota. Mi corazón latía con fuerza sabía lo que mi sangre me estaba pidiendo. Mi sed y mi hambre se manifestaron de golpe. Su olor me estaba embriagando. Deseaba su sangre caliente y joven. El se me acercaba cada vez más, se me estaba entregando. Pero  yo no podía robarle el tesoro de su vida; me desprendí de su mano y salí corriendo. El se levantó y alargó un brazo hacia mí en un gesto suplicante. Realmente ese muchacho esperaba que yo lo mordiera.
Corrí y entré a un supermercado repleto de gente, llené un carrito de todo tipo de frutas y me fui a mi casa. Las comí con un hambre voraz, quería dejar de sentir esa angustia de muerte. Lloraba desconsoladamente, no quería transformarme en eso que estaba naciendo en mí. Veía el rostro del joven del parque y sentía su olor. Recordé las facciones de la chica que entró a mi boutique, ahora comprendí ellos venían para saciar mi hambre.







 Capitulo 4


Me quedé tirada en el suelo de mi sala llorando en posición fetal. No podía dejar de pensar. ¿Qué iba a pasarme? ¿Y si continuaba resistiendo el ansia? ¿O si no resistía más? ¿Qué pasaba si mataba a alguien? ¿Y qué pasaría si no moría más? ¿Viviría una eternidad seducida por un amante que no me permitía sentir su cuerpo? Me quedé dormida entre lágrimas y jugo de frutas.
En mi sueño estaba parada en una habitación blanca y pulcra con forma exacta de cubo. Con una única puerta de un color rojo vivo. Exactamente de ese color era el vestido que yo llevaba puesto. La puerta se abrió y él salió, vestía un traje negro, tan negro como su pelo, su piel era blanca y lisa.
Su mirada negra y profunda me penetraba escudriñando mis deseos y secretos. Yo sentía que el podía ver dentro de mí. Sentía mi corazón latiendo a toda velocidad y mi sangre corriendo por mis venas como si quisiera salir a borbotones de mi cuerpo.
Levantó su mano y acarició mi rostro, prestando mayor atención a mis labios entreabiertos. Luego la dejó apoyada sobre mi corazón, podía sentir el hielo de su piel atravesando la mía. Yo apoyé mi mano contraria en donde debía estar su corazón, pero allí no latía nada.
Le pregunté:
- ¿Quién eres tú? ¿Por qué a mí?
Tomó mi mano con su mano libre y la acercó a su boca. Sobre la palma me besó, su beso se sintió como un agudo puñal y el dolor me despertó.

Había estado dormida por horas y no desperté en el suelo, donde había quedado dormida, sino en mi cama. Esta vez no había rosa alguna, sino millones de pétalos que me cubrían cual aromática colcha. Me levanté de golpe y miré mi mano, tenía marcado a fuego el signo de infinito. Quedé mirándolo preguntándome ¿qué significaba eso? Cuando de repente desde los pétalos de rosa se levantó una nube de mariposas que no me dejaban ver nada. Por unos segundos intenté apartarlas de mi  rostro hasta que se fueron solas.
Cuando pude ver, noté que en mi regazo estaba su mensaje:

quieres saber quién soy: para el mundo de las tinieblas, Soy el Rey;
 Para tu alma de luz Soy un simple Esclavo”



Continuará... 








domingo, 26 de febrero de 2012

La Noche de la Princesa (el cuento)


 Capítulo 1




Me desperté sudando, tenía las sábanas pegadas y estaba desnuda. Junto a la cama estaba la ropa con la que me acosté esa noche. Noté al moverme que todo el cuerpo me dolía  tanto como el día posterior a la primera clase de aeróbicos. La sed que sentí me hizo estirar la mano hacia la mesita junto a mi cama. No encontré allí el vaso con agua que siempre dejo. En su lugar una rosa negra con un lazo de igual color me esperaba. La tomé, una tarjeta la acompañaba, nunca había visto esa caligrafía no la conocía, sólo decía… “gracias princesa por ser tan deliciosa”.

De repente me sentí mareada y con mucha sed. Una náusea profunda me hizo correr al baño, tomé agua directamente del grifo. Que mal sabía. El horror llegó de súbito cuando alcé la vista y me miré al espejo, casi no pude reconocerme. Tenía el pelo más negro que nunca y resplandeciente. Mis rulos rebeldes se habían convertido en rizos perfectos y largos. Mi piel se veía blanca y casi transparente. Mis ojos estaban inmensos, brillantes, fulgurosos de un negro tan intenso y profundo que me asustó.

Pero por qué me sentía tan débil, tan exhausta. Entonces vi la mancha violeta en mi cuello, era la marca de un beso eterno, un beso de muerte. Quedaba apenas la cicatriz por donde bebió mi sangre. Me sentí helada y entendí.
Fue una noche de nupcias con un amante maldito. Pero no dejó ni un rastro en mi memoria de su presencia, de sus caricias, de sus besos. Solo muchas preguntas ¿Sabré quién es? ¿Volverá? ¿Realmente soy  su princesa o solo una víctima más?







Capítulo 2 






 Estaba frente al espejo y no podía dejar de mirarme, nunca me había visto así. Siempre estuve lejos de los cánones de belleza pero aún así siempre me dijeron que era bonita. Pero ahora todos mis rasgos se habían acentuado de un modo tal que parecía haber nacido devuelta. Me veía como si viniera de otro mundo.  Me di cuenta que no podía salir a la calle con este peinado de princesa y con esta mirada del más halla. Me lavé la cara, intenté despeinarme y como no lo logré, até los rizos en una perfecta cola de caballo. Me vestí y cubrí mi cuello con una chalina, debía ocultar su beso.

 Salí, no podía quedarme en casa, estaba viva y la vida continuaba afuera. Mientras fuera así, las obligaciones cotidianas me esperaban. Caminaba por la calle y sentía como si no tocara el suelo, como si flotara a través de la ciudad que empezaba a despertar. Fueron varias las personas que se cruzaron en mi camino y todos,  tanto hombres como mujeres se quedaban viéndome. Parecía que buscaban mi mirada, sin embargo yo temía mirarlos. En realidad me asustaba que vieran mis ojos, que les llamara demasiado la atención la expresión que ellos tenían. Empecé a caminar más deprisa, sin fijar la vista sólo deseando llegar pronto a mi negocio.

Hacía poco que había logrado abrir esta pequeña boutique donde vendía y compraba ropa usada, tenía una tendencia bastante extravagante. Desde unos meses atrás, motivada por mis amigas, decidí mezclar entre las prendas, algunas que yo misma diseñé. Pero era cómo si los clientes las reconocieran, cómo si supieran que no tenían marca, porque no había logrado vender ninguna. Este pequeño local era como una extensión de mi casa. Ahí podía sentirme verdaderamente cómoda y protegida. Allí sentada, bocetando  diseños nuevos podría recuperar la cordura.

Pasaban las horas y yo me había abstraído completamente de la realidad. Dibujaba sin parar, sin prestar atención ni al lápiz ni al papel. En determinado momento sentí  un aroma suave y delicioso. Mi estómago gruñó, recordé qué en lo que  iba del día no había probado bocado. El aroma se intensificó y pude saborearlo. Entonces una voz a mi lado dijo:

- Hola.

Olvidé que había decidido no mirar a nadie a los ojos y levanté la vista rápido. Ahí estaba parada frente a mí la  fuente de ese olor exquisito. Cuando su mirada se detuvo en mi, su expresión de señorita educada y superficial cambió de golpe. Fue como si hubiese quedado encandilada ante mis ojos. Noté que cambiaba su aroma y empezaba a notarse una pizca de miedo, sumisión y deseo, y sus ojos a punto de estallar en lágrimas decían lo mismo.

Cuando le hablé salió del sopor, pero no dejó de mirarme de la manera que lo hacía. Se quedó allí varias horas y compró todas las prendas que yo había diseñado. Era como si con solo tocar la tela y sentir mi esencia en las mismas, sintiera la necesidad de poseerlas. No las miraba, se las probaba y se llevaba todas. Aún las que le quedaban muy mal. Se fue con los brazos cargados de bolsas y con su cuerpo encendido. Yo podía percibir su calor, su excitación. Podía darme cuenta que ella no se quería ir. Y yo quería que se quedara, pero no hice nada. Se fue dejando su olor y su sabor pegados a mi paladar. Mi pulso estaba acelerado y otra vez estaba empapada en sudor, sin embargo me sentía helada.

Ya era de noche así que volví a casa. Mientras me duchaba repasé las cosas que me habían sucedido hoy. Todo era tan confuso, todo estaba tan fuera de mi idea de realidad. ¿Qué había pasado hoy con esa chica? ¿Qué era lo que mis nuevos instintos me estaban  pidiendo que le hiciera? ¿Por qué podía oler sus emociones de esa manera tan fuerte? Observé mi cuerpo desnudo frente al espejo, las gotitas de agua brillaban en mi piel de papel. Mis redondeces se veían como una fruta madura, estaba hipnotizada ante mi imagen. Quedé en una especie de trance y caminé lentamente hacia mi cama, sentía que una extraña fuerza me llamaba.

Me acosté, cubrí mi desnudez con esas sabanas rojas que nunca compré. El trance aumentó poco a poco. Un cosquilleo que comenzó en mis pies y manos se esparció por todo mi cuerpo. Creció hasta convertirse en una vibración tibia y constante. Cuando ya no podía moverme ni abrir los ojos, sentí su beso helado en mi boca, su lengua abrió mis labios y lo besé con una pasión tan intensa que me dolió el pecho.

Me desperté con un gemido ahogado que nacía desde mis entrañas. Era producto de una mezcla de placer y dolor. Lloré con desconsolada angustia, no quería despertar.
Sobre mi vientre la rosa negra sostenía su mensaje:
tú eres la única, tú eres mi princesa ansiada”

continuará....