Capitulo 3
En mi mente resonaron sus palabras. “Tú eres la única, eres mi princesa ansiada”. “Ansiada”…; me ha deseado, me ha esperado, me ha elegido. Si yo soy su princesa ¿Quién es él? ¿Por qué no se da a conocer? Intente volver a dormirme, pero todas estas preguntas repitiéndose en mi cabeza no me lo permitieron.
Me levanté y decidí que tenía que comer algo, pero lo único que podía tragar eran frutas. Comí todas las que había en la casa. Un sonido extraño llamó mi atención venía de las ventanas ¿qué podía estar detrás de unas ventanas en un décimo piso? Me acerque a la que tenía más cerca. Las gruesas cortinas no me dejaban ver hacia fuera las corrí de golpe. Millones de mariposas rojas y blancas se golpearon contra el vidrio moviendo sus alas. Era un espectáculo extraño pero hermosísimo, abrí la ventana para liberarlas del vidrio. En vez de irse hacia el exterior todas entraron de súbito cubriéndome por completo. Sus patitas me hacían cosquillas y era como si me llenaran de besos, después de unos minutos se fueron volando por la ventana.
Me vestí y salí a la calle tenía un deseo incontrolable de ver flores y árboles así que me fui al parque. Allí podía estar tranquila porque a esa hora de la mañana casi no hay personas. Estaba caminando por un sendero y en un momento miré hacia mis espaldas y me sorprendí. Una fila de muchos perros y gatos de varios tamaños me seguían a un paso pausado. Parecían ovejas siguiendo al pastor, no se miraban entre ellos. Llevaban una paz extraordinaria. Todos me miraban fijamente y sentía en sus ojos el amor incondicional que sienten las mascotas por sus amos.
Me senté bajo la sombra de un pino enorme y cerré los ojos dejando que se me llenaran los pulmones con el aire verde y fresco que reinaba en el lugar. Estaba sumergida en delirios sin poder concentrar mi mente en nada cuando alguien junto a mi tomó mi mano. Su olor me llegó de golpe, abrí los ojos. Era un joven tremendamente atractivo, rondaba los 20 años, estaba vestido de jeans y remera. Sus ojos verdes me veían con la misma expresión con la que hace unos minutos me miraban los animales; ese hombre quería ser mi mascota. Mi corazón latía con fuerza sabía lo que mi sangre me estaba pidiendo. Mi sed y mi hambre se manifestaron de golpe. Su olor me estaba embriagando. Deseaba su sangre caliente y joven. El se me acercaba cada vez más, se me estaba entregando. Pero yo no podía robarle el tesoro de su vida; me desprendí de su mano y salí corriendo. El se levantó y alargó un brazo hacia mí en un gesto suplicante. Realmente ese muchacho esperaba que yo lo mordiera.
Corrí y entré a un supermercado repleto de gente, llené un carrito de todo tipo de frutas y me fui a mi casa. Las comí con un hambre voraz, quería dejar de sentir esa angustia de muerte. Lloraba desconsoladamente, no quería transformarme en eso que estaba naciendo en mí. Veía el rostro del joven del parque y sentía su olor. Recordé las facciones de la chica que entró a mi boutique, ahora comprendí ellos venían para saciar mi hambre.
Me quedé tirada en el suelo de mi sala llorando en posición fetal. No podía dejar de pensar. ¿Qué iba a pasarme? ¿Y si continuaba resistiendo el ansia? ¿O si no resistía más? ¿Qué pasaba si mataba a alguien? ¿Y qué pasaría si no moría más? ¿Viviría una eternidad seducida por un amante que no me permitía sentir su cuerpo? Me quedé dormida entre lágrimas y jugo de frutas.
En mi sueño estaba parada en una habitación blanca y pulcra con forma exacta de cubo. Con una única puerta de un color rojo vivo. Exactamente de ese color era el vestido que yo llevaba puesto. La puerta se abrió y él salió, vestía un traje negro, tan negro como su pelo, su piel era blanca y lisa.
Su mirada negra y profunda me penetraba escudriñando mis deseos y secretos. Yo sentía que el podía ver dentro de mí. Sentía mi corazón latiendo a toda velocidad y mi sangre corriendo por mis venas como si quisiera salir a borbotones de mi cuerpo.
Levantó su mano y acarició mi rostro, prestando mayor atención a mis labios entreabiertos. Luego la dejó apoyada sobre mi corazón, podía sentir el hielo de su piel atravesando la mía. Yo apoyé mi mano contraria en donde debía estar su corazón, pero allí no latía nada.
Le pregunté:
- ¿Quién eres tú? ¿Por qué a mí?
Tomó mi mano con su mano libre y la acercó a su boca. Sobre la palma me besó, su beso se sintió como un agudo puñal y el dolor me despertó.
Había estado dormida por horas y no desperté en el suelo, donde había quedado dormida, sino en mi cama. Esta vez no había rosa alguna, sino millones de pétalos que me cubrían cual aromática colcha. Me levanté de golpe y miré mi mano, tenía marcado a fuego el signo de infinito. Quedé mirándolo preguntándome ¿qué significaba eso? Cuando de repente desde los pétalos de rosa se levantó una nube de mariposas que no me dejaban ver nada. Por unos segundos intenté apartarlas de mi rostro hasta que se fueron solas.
Cuando pude ver, noté que en mi regazo estaba su mensaje:
“quieres saber quién soy: para el mundo de las tinieblas, Soy el Rey;
Para tu alma de luz Soy un simple Esclavo”