martes, 17 de julio de 2012





Capítulo 10


La boda transcurrió con normalidad, durante la ceremonia mi posición de dama de honor me ubicó justo frente a Santiago, no pude dejar de observarlo, que delicia de hombre, el olor de su perfume se mezclaba con el aroma a virilidad que brotaba de su cuerpo. El notó mi mirada y en ningún momento se incomodó, mantuvo su postura firme, me enfrentó serio y persistente se notaba la mezcla de curiosidad y deseo. Era evidente que si realmente estaba comprometido, algo en el mismo se estaba quebrando. Mordí mi labio inferior humedeciéndolo y bajé mi mirada desde sus ojos a su boca, el entendió el gesto y sonrió. Su sonrisa fue un “si, también me gustas”. El mundo no existía para mí. Yo estaba perdida en la idea de que mis labios estuvieran a 2 centímetros de los suyos susurrándole cosas hasta comernos la boca mutuamente.

Cuando terminó la ceremonia me escabullí enseguida hacia el baño tenía que sacarme ese vestido horrible, tenía de repuesto un vestido negro sin espalda y con un  escote tan profundo que el vestido parecía estar dibujado sobre mi piel. En la fiesta revolotee, bebiendo algunas copas, observando a la gente, conversando con mis amigos. Podía sentir la mirada de Santiago clavada en mí, recorriendo mis hombros redondeados, mi espalda desnuda, mis pechos que con cada movimiento parecían querer escapar del escote. Su prometida lo sostenía con fuerza de un brazo pero no le prestaba mucha atención solo hablaba con otros comensales. Caminé directo hacia él. Y rozándolo con mi perfume de mujer a punto de estallar de calentura, lo miré profundamente a los ojos y apenas le sonreí. La invitación estaba hecha.

Salí del salón y camine por el pasillo hasta llegar a una pequeña habitación con la puerta cerrada pero sin llave. Entré dejándola entreabierta a mis espaldas. Cuando giré el estaba allí. Tomó mi mentón con una mano empujándome contra una pared. Me observó de cerca unos segundos.
-Estabas tardando-, le dije, y me besó profundamente, recibí su beso con la boca abierta, nuestras lenguas se enredaron acariciándose violentamente mientras nuestros labios se devoraban ansiosos. Se alejo unos pasos y sin soltar mi cara con su mano firme pero dulce y mirándome intensamente me dijo:
-¿De dónde saliste?- No respondí, solo lo miré fijo con mi boca entreabierta y saboreando los restos de su saliva en mis labios. Me giró rápido mis pechos quedaron apretados contra la pared y también mi mejilla derecha. Todo el peso de su cuerpo caía sobre mí, mientras su aliento acariciaba mi oreja  produciéndome un cosquilleo intenso y cálido. Su mano izquierda siguió el camino desde la base de mi cuello recorriendo toda mi columna vertebral hasta el comienzo de mi trasero, dejando que unos dedos se deslizaran por el escote infinito
 -Adoro cuando las mujeres olvidan la ropa interior- dijo, y esa misma mano ascendió recorriendo mi cintura hasta encontrarse con uno de mis senos que con la presión sobre la pared ya comenzaba a escaparse del vestido. Mientras sus dedos jugueteaban con mi ya duro pezón su otra mano se dedicó a levantar mi vestido mientras acariciaba primero mi pierna luego mi trasero para adentrarse en busca de mi ya empapada vagina. Acarició los labios mayores tan solo unos segundos porque la humedad que allí encontró facilitó que sus dedos se perdieran dentro.
-Desde que te vi ayer, supe que te tendría dentro de mí- le dije con mi voz cortada por la excitación. Acercó sus dedos empapados en mis jugos a mi boca frotándolos por mis labios. Mientras una de mis manos ya se había deslizado bajo su pantalón y apretaba suavemente al tronco de su falo erecto. La humedad que lo cubría era la señal de cómo su  lujuria iba en aumento. Notaba su virilidad creciendo mientras mi mano lo recorría sin parar, separando la piel de su glande hirviente cada vez que iniciaba el recorrido.
-¡¡No aguanto más- me dijo- no sé quién sos y no me importa, quiero cojerte ya!!
-Si lo haces ahora, voy a ser para vos todo lo que siempre quisiste- le dije. Dio un paso atrás para girarme y cuando quedamos enfrentados, aproveché para desabrocharle el pantalón que cayó junto con su slip quedando enrollado en sus tobillos. Él desabrochó mi vestido, que apenas se sostenía alrededor de mi cuello, y deslizándose quedó en el suelo. Quedaron ante sus ojos mis pechos con forma de gota perfecta. Mi cintura pronunciada y mis caderas redondeadas de hembra diseñada para el placer. Yo lo miraba con voracidad, el sabor de su saliva el olor de su sexo firme, la tersura de su piel ya habían despertado mi hambre de vampiro. Deseaba tragármelo entero pero más que nada deseaba que hundiera ya su pene en mi. El quedó helado ante mi imagen, todas mis feromonas lo atacaron de golpe. Estaba gozando solo con verme.
Lo acaricié suavemente desde los testículos y subiendo por su verga que parecía a punto de explotar con un suave tirón lo acerqué a mí. Acerqué mi boca a su oído y le susurré   
-Ya la quiero adentro- esa frase lo saco del sopor. Tomó mi cintura y yo introduje su pene duro y mojado en mi vagina que se abría completamente dejándolo penetrarme suave y profundamente. Podía  sentir como  el néctar de mi deleite lo bañaba, como mis labios lo tragaban y él se sumergía en mí intensamente. Mis piernas lo rodeaban atrayéndolo, sujetándolo, permitiendo que me embistiera casi brutalmente. Mis jugos empapaban su ingle sus piernas y las mías, mi clítoris se presionaba contra su pene, mientras entraba y salía de mi.
Pudimos escuchar voces en el pasillo que estaba justo detrás de la pared en que nos apoyábamos. Identifiqué una de las voces, era ella, su chica, le preguntaba a alguien si lo había visto. Estaba allí. Una pared la separaba de su novio que gozaba en silencio. Yo sentía los gemidos atragantados en mi pecho y aún más excitada por saber que ese macho hermoso me cogia con todas las ganas del mundo, mientras escuchaba la voz de la mujer a la que le prometió matrimonio. Sentí como desde lo profundo de mis entrañas nacía una onda expansiva que estaba convirtiéndose en uno de los orgasmos más grandiosos que he tenido. Lo apreté fuertemente con mis piernas dejando que los espasmos de placer recorrieran mi cuerpo mientras su pene latía dentro de mi y saltaba frenéticamente al tiempo que su semen tibio llenaba mis genitales, los dos hervíamos y no podíamos dejar de acariciarnos y besarnos.

-Prométeme que te voy a volver a ver- me dijo. Lo tomé con ambas manos del rostro y le dije:
-Desde el momento en que te elegí, sos mío. Me vas  a ver mucho más de lo que crees, yo sé cómo encontrarte- y lo besé en la boca, fue un beso dulce, un beso casi romántico.
-Ahora tenés que volver con tu novia antes que piense que te escapaste- se vistió y se fue. Yo me vestí, esperé un rato largo antes de salir y me fui directo a mi casa.

Esa noche dormí y soñé con su deliciosa sangre que no probé ni probaría nunca, no el sería mío sin trucos…