jueves, 8 de marzo de 2012


    


Capitulo 7


        Me desperté sudando, las sábanas se pegaban a mí como una segunda piel. Mi cuerpo estaba vigorizado, mis sentidos alertas. Yo me sentía completamente feliz, pero ¿era "feliz" la palabra que realmente describía mi estado emocional? Podía decirse que si, era una especie de felicidad con un pequeño sabor a perversidad lo que yo sentía. Por primera vez en mi vida tenía poder, dominaba algo, solo debía descubrir cómo usarlo, en qué podía beneficiarme.

         Me asomé a la ventana, ¿recuerdan que vivo en un décimo piso?, desde allí podía  distinguir el olor de las personas que transitaban por el lugar. Olí al tímido, ese que no sabe como declararle su amor a su compañera de trabajo, olí a la arrogante estudiante de derecho que cree ser la única merecedora de la beca al exterior para su generación. Y me llegó el sabroso aroma de una pareja que se propinaba cariñoso amor en un coche estacionado a una cuadra de aquí. Era una combinación exquisita. El deseo desenfrenado e herviente de él y el calor de ella. Que crecía cuando el le hablaba y acariciaba dulcemente y descendía de golpe cuando la estrechaba con mayor fuerza.

       Esa indecisión de ella, a él lo desesperaba más. Me resultó que esa emoción de querer y no querer debía saber muy bien. Cerré lo ojos para concentrarme en esos deseos esquivos, en esa pasión de a ratos. Tanto me concentré que cuando abrí los ojos estaba parada allí junto al coche. La noche los ocultaba de la gente, el quería poseerla ahí mismo, ella no podía decidir qué quería. Los observé de cerca, ellos no podían verme, el comenzaba a levantarle la falda mientras besaba su cuello, ella se reía quieta dejándose besar y dejando que la mano llegase hasta avanzado su muslo para allí detenerlo.
 -Por favor aquí no- el retrocedía, no para detenerse sino para tomar impulso. Se había transformado en una danza de retroceder y avanzar y era ella la que llevaba el ritmo.

        Mi pecho se inflamó con el olor que ella emitía, era aún más fuerte que el de él. Era un olor narcótico; sentí como mi esencia se fundía con su aroma y mi cuerpo se diluía para convertirse en un vapor espeso de un perfume indecente. Transformada en vapor entré al coche y recorrí el cuerpo de él analizando las emociones que provocaba en ella, sentí claramente lo que pasaba allí. De verdad lo desea pero sabe que a todas las que seduce dejan de ser instantáneamente importantes para él. No valora a ninguna mujer. Sentí exactamente lo mismo que ella, lo odié y lo desee con todas mis fuerzas.
Me deslicé dentro del cuerpo de la chica en una de sus inspiraciones y cuando él le acariciaba un pecho abrí mis ojos desde allí dentro. Supe que yo tenía todo el control, lo observé y pensé... -ahora tú macho irresistible serás mío-. Tomé la mano que acariciaba mi pecho por encima de la blusa, él se dispuso a retroceder, pero acerqué su mano a mi boca y pasé mi lengua por su dedo humedeciéndolo y sin dejarlo reaccionar lo introduje a través de mi escote; me miraba sin poder creer, quiso avanzar encima de mí para besarme, pero no contó con mi fuerza, de golpe volvió a quedar sentado en su asiento, pero conmigo sentada en su regazo, no pudo emitir palabra porque cerré su boca con un beso profundo.
En 3 minutos yo ya no tenía blusa y el no tenía pantalones, estaba tan rígido y yo tan lista que fue muy fácil hacerlo entrar en mí, resistió bien el abrazo de mis piernas y se dejó llevar por mis movimientos de desenfreno, en un momento quiso controlar la situación y no pudo; cuando sentí venir mi orgasmo y supe que provocaría el suyo le permití llegar casi al final y en este preciso instante, mordí su cuello con la misma fuerza con la que acabé. El explotó multiplicado por 2, sentí como ambos líquidos me llenaron de golpe, su sangre llegó hasta mi garganta, su semen hasta mi matriz. Cuando lo miré supe que murió con placer, no iba a regalarle eso. De mi mano marcada comenzaba a brotar su sangre limpia la coloqué sobre su herida abierta y mientras su cuerpo la absorbía con hambre le susurré al oído... -este es el fin de tu preciada libertad, a ésta mujer la amarás sumisamente-. Y me fui de allí como vapor espeso, llevando en mis entrañas su voracidad de seducción para acrecentar la mía.
Ellos quedaron allí, ambos dormidos, embadurnados en aromas y fluidos de pasión.






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