Capítulo 1
Me desperté sudando, tenía las sábanas pegadas y estaba desnuda. Junto a la cama estaba la ropa con la que me acosté esa noche. Noté al moverme que todo el cuerpo me dolía tanto como el día posterior a la primera clase de aeróbicos. La sed que sentí me hizo estirar la mano hacia la mesita junto a mi cama. No encontré allí el vaso con agua que siempre dejo. En su lugar una rosa negra con un lazo de igual color me esperaba. La tomé, una tarjeta la acompañaba, nunca había visto esa caligrafía no la conocía, sólo decía… “gracias princesa por ser tan deliciosa”.
De repente me sentí mareada y con mucha sed. Una náusea profunda me hizo correr al baño, tomé agua directamente del grifo. Que mal sabía. El horror llegó de súbito cuando alcé la vista y me miré al espejo, casi no pude reconocerme. Tenía el pelo más negro que nunca y resplandeciente. Mis rulos rebeldes se habían convertido en rizos perfectos y largos. Mi piel se veía blanca y casi transparente. Mis ojos estaban inmensos, brillantes, fulgurosos de un negro tan intenso y profundo que me asustó.
Pero por qué me sentía tan débil, tan exhausta. Entonces vi la mancha violeta en mi cuello, era la marca de un beso eterno, un beso de muerte. Quedaba apenas la cicatriz por donde bebió mi sangre. Me sentí helada y entendí.
Fue una noche de nupcias con un amante maldito. Pero no dejó ni un rastro en mi memoria de su presencia, de sus caricias, de sus besos. Solo muchas preguntas ¿Sabré quién es? ¿Volverá? ¿Realmente soy su princesa o solo una víctima más?
Capítulo 2
Salí, no podía quedarme en casa, estaba viva y la vida continuaba afuera. Mientras fuera así, las obligaciones cotidianas me esperaban. Caminaba por la calle y sentía como si no tocara el suelo, como si flotara a través de la ciudad que empezaba a despertar. Fueron varias las personas que se cruzaron en mi camino y todos, tanto hombres como mujeres se quedaban viéndome. Parecía que buscaban mi mirada, sin embargo yo temía mirarlos. En realidad me asustaba que vieran mis ojos, que les llamara demasiado la atención la expresión que ellos tenían. Empecé a caminar más deprisa, sin fijar la vista sólo deseando llegar pronto a mi negocio.
Hacía poco que había logrado abrir esta pequeña boutique donde vendía y compraba ropa usada, tenía una tendencia bastante extravagante. Desde unos meses atrás, motivada por mis amigas, decidí mezclar entre las prendas, algunas que yo misma diseñé. Pero era cómo si los clientes las reconocieran, cómo si supieran que no tenían marca, porque no había logrado vender ninguna. Este pequeño local era como una extensión de mi casa. Ahí podía sentirme verdaderamente cómoda y protegida. Allí sentada, bocetando diseños nuevos podría recuperar la cordura.
Pasaban las horas y yo me había abstraído completamente de la realidad. Dibujaba sin parar, sin prestar atención ni al lápiz ni al papel. En determinado momento sentí un aroma suave y delicioso. Mi estómago gruñó, recordé qué en lo que iba del día no había probado bocado. El aroma se intensificó y pude saborearlo. Entonces una voz a mi lado dijo:
- Hola.
Olvidé que había decidido no mirar a nadie a los ojos y levanté la vista rápido. Ahí estaba parada frente a mí la fuente de ese olor exquisito. Cuando su mirada se detuvo en mi, su expresión de señorita educada y superficial cambió de golpe. Fue como si hubiese quedado encandilada ante mis ojos. Noté que cambiaba su aroma y empezaba a notarse una pizca de miedo, sumisión y deseo, y sus ojos a punto de estallar en lágrimas decían lo mismo.
Cuando le hablé salió del sopor, pero no dejó de mirarme de la manera que lo hacía. Se quedó allí varias horas y compró todas las prendas que yo había diseñado. Era como si con solo tocar la tela y sentir mi esencia en las mismas, sintiera la necesidad de poseerlas. No las miraba, se las probaba y se llevaba todas. Aún las que le quedaban muy mal. Se fue con los brazos cargados de bolsas y con su cuerpo encendido. Yo podía percibir su calor, su excitación. Podía darme cuenta que ella no se quería ir. Y yo quería que se quedara, pero no hice nada. Se fue dejando su olor y su sabor pegados a mi paladar. Mi pulso estaba acelerado y otra vez estaba empapada en sudor, sin embargo me sentía helada.
Ya era de noche así que volví a casa. Mientras me duchaba repasé las cosas que me habían sucedido hoy. Todo era tan confuso, todo estaba tan fuera de mi idea de realidad. ¿Qué había pasado hoy con esa chica? ¿Qué era lo que mis nuevos instintos me estaban pidiendo que le hiciera? ¿Por qué podía oler sus emociones de esa manera tan fuerte? Observé mi cuerpo desnudo frente al espejo, las gotitas de agua brillaban en mi piel de papel. Mis redondeces se veían como una fruta madura, estaba hipnotizada ante mi imagen. Quedé en una especie de trance y caminé lentamente hacia mi cama, sentía que una extraña fuerza me llamaba.
Me acosté, cubrí mi desnudez con esas sabanas rojas que nunca compré. El trance aumentó poco a poco. Un cosquilleo que comenzó en mis pies y manos se esparció por todo mi cuerpo. Creció hasta convertirse en una vibración tibia y constante. Cuando ya no podía moverme ni abrir los ojos, sentí su beso helado en mi boca, su lengua abrió mis labios y lo besé con una pasión tan intensa que me dolió el pecho.
Me desperté con un gemido ahogado que nacía desde mis entrañas. Era producto de una mezcla de placer y dolor. Lloré con desconsolada angustia, no quería despertar.
Sobre mi vientre la rosa negra sostenía su mensaje:
“tú eres la única, tú eres mi princesa ansiada”
continuará....
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