Capítulo 9
-¡¡Verónika!! ¡¡Verónika!!....- desde mi sueño escuche mi nombre, me
dio algo de trabajo reconocerlo, hacia tiempo que nadie me llamaba por mi
nombre; ¿cuánto tiempo hacía que me había aislado del mundo?
-¡¡Por dios amiga hace 3 semanas que nadie sabe nada de vos!!
¡¡Desapareciste!! ¿Qué te pasa nena parecés muerta?
-Mmm…, abrí los ojos lentamente y la miré con desdén, si he estado un
poco distante, no sé creo que estuve un poco enferma y algo deprimida no he
querido salir de casa, me la pasé durmiendo.
-OK, espero que ya estés bien y que recuerdes que mañana se casa
Cintia, ¿te acordás no? ¿Y que vos sos una de las damas de honor, lo tenés
presente?
La miré un minuto largo, si me acordaba de todo eso, tenía que ponerme
ese odioso vestidito verde agua lleno de volados de tul. Justo lo que
necesitaba. Tener que disfrazarme de de niña inocente y tonta para festejar el
amor y la unión, bla,bla,bla, suspiré…
-Claro que me acuerdo, hasta tengo mi vestido para la fiesta. Porque
no sueñes que me ponga a bailar el vals y aparezca en todas las fotos con ese
asqueroso vestido de carnaval.
-Ja ja ja, ¡¡sos guacha!! Por
fin la Verónica que conozco ha vuelto. Me vas a acompañar a comprarme algo para
mañana. Vos sos la única persona que conozco que tiene buen gusto.
Asentí con la cabeza, supongo que no me haría mal volver a la
realidad, pensé. Miré a la mesita del
teléfono. El audífono colgaba, la rosa negra en una copa de champán descansaba
allí y me recordaba cómo ha cambiado mi vida.
Caminamos toda la tarde, recorrimos locales de ropa, tomamos helado,
volví a sentirme yo. Estábamos sentadas en una mesita en la terraza de un café,
cuando Jésica con su clásica extroversión gritó…
-¡¡Ah!! ¡¡Santiago!!- Y mientras gritaba sacudía una mano en forma muy
exagerada saludando a alguien a mis
espaldas. Giré suavemente y ví a un atractivo hombre de pelo castaño oscuro que
apenas le rozaba los hombros, lo llevaba mojado y peinado hacia atrás. Una
barba de 2 días le daba un aire de descuido, cuidado. Usaba un jean ancho y
oscuro y una camisa suelta por encima del pantalón. Caminaba con gracia, su
sonrisa blanca y perfecta, me resultó maravillosamente sincera. Sus ojos
marrones con un dejo verdoso brillaban intensamente por el característico
resplandor del sol cuando se deja morir.
Me quedé viéndolo y noté como mi piel se enfriaba de golpe por el
sudor frío que me invadió. Mi nariz se llenó de su olor, y sentí una saliva salada llenándome la boca,
adormeciéndome la lengua. Mis pupilas se dilataron completamente. Estoy segura
que mis ojos brillaban con intensidad porque él se quedó viéndolos, sin apartar
la vista de ellos aún cuando en ningún momento le hablé, ni me habló más que
para decir hola, un hola que no respondí. Jésica hablaba y hablaba, yo no
escuchaba nada de lo que ella decía. Mis oídos estaban aislados del mundo solo
podía escucharlo a el, pero no sus
palabras sino los sonidos de su cuerpo. Escuche como su sangre corría por sus venas,
los latidos de su corazón. El sonido que el viento hacía al mover su camisa.
Inspiré profundo dejando que mis pulmones se llenaran de su olor, sudaba y en
su sudor se percibía su vigor de hombre, su delicadeza de artista. Un artista
frustrado, que guardaba un deseo contenido, que no pude descubrir y que
conquistó mi curiosidad. Antes de irse nos saludó a ambas con un beso en la
mejilla, sentí su piel en mi piel me
quemó su ardor. Un chucho recorrió mi espina dorsal y se instaló en mi
entrepierna y se quedó allí por lo que quedó del día.
Esa noche no recibí ninguna visita, simplemente dormí y soñé con
aromas miles, con caricias de muchas manos y besos de muchas bocas. Soñé con
los rostros de las personas que me obsequiaron sus cuerpos y su sangre. Me
desperté inquieta como siempre, pero sabía que en este día era muy importante
mantener la calma, tenía que asistir a esa boda como una persona normal. Prendí
la tele para entretenerme y sonó el teléfono… -¿Verónika?; - Hola Jésica ¿cómo
estás?;
-Bien ansiosa por la boda; mirá te llamé porque quedé un poco
preocupada por vos, ayer estabas como ida en el café, cuando vino Santiago.
¿Estabas bien?
-Ah… si perfecta. Solo pensando en pavadas y además como yo no lo
conozco no quise meterme en su conversación y… ¿Quién es Santiago?
-Es el mejor amigo del novio de Diana, ¿no está divino?
-Mmm si está.
-Pero lamentablemente está comprometido con la bruja de la cuñada de
Diana, esa piba si que es una víbora.
…. Mmm así que Santiago va a estar esta noche…